- ¿Un blog? ¿Para qué? – la morena de ojos verdes miró a su compañera rubia.
- Yo que sé… todo el mundo tiene uno. No vamos a ser menos. – se recostó en la butaca en la que estaba cómodamente sentada y subió las rodillas a la altura de su barbilla, entrelazándolas con sus manos.
- ¿Y que nos importa todo el mundo? – otra mujer similar a ellas hizo su aparición en la estancia.
- A ti no te importa nadie, Angeline – la que había hablado era Cristine – Si a Madeleine le apetece tener un blog…
- Tu eres la que has preguntado para que – Angeline se acercó a la mesa donde estaba el ordenador y no pudo evitar sonreir – Es bonito.
- ¿Te gusta? – Madeleine la miró asombrada - ¿Qué te pasa? ¿No estás bien?
- Ya te gustaria – le sonrió con suficiencia – Estoy en la gloria.
- En todo caso debes venir de estar en la gloria – Cristine la miró entornando los ojos. De repente abrió la boca como si acabara de entender – No me digas que has vuelto a saltarte las reglas.
- Las jodidas reglas solo están para… - iba a protestar cuando Madeleine la interrumpió.
- Te quito del blog – se había levantado y caminaba hacia el ordenador – No me gusta jugar con tramposas.
- ¿Quién está jugando? – Cristine miró a Madeleine – Explicate.
- Siempre esta pasando de las reglas. A saber a quien se ha…
- Por favor… ni que le hubiera atado – ocupó la butaca que anteriormente había ocupado Madeleine y cruzó las piernas – La eternidad es demasiado… eterna.
- No seas cínica – Cristine puso sus manos en las caderas.
- ¿Lo ves? – Madeleine miró a Angeline satisfecha de saber respaldada por su compañera.
- Hablo de ti – la mano de Cristine empujó el hombro de Madeleine - ¿Acaso crees que no sé que ayer hiciste lo mismo que viene de hacer ella? – ver a su amiga boquiabierta la hizo sonreir con suficiencia – Menudo par.
- Yo no… - Madeleine iba a replicar, pero se detuvo. Nadie podia engañarse en ese juego de tres – Oh… Ella tiene razón. La eternidad es demasiado eterna.
- Eso no es excusa. – Cristine levantó la cabeza satisfecha. Le gustaba quedar por encima de ellas – Las reglas tienen una razón de ser – se giró hacia el ordenador.
- Sí. – Angeline no pudo evitar que una risa escapara de sus labios y sus compañeras la miraron esperando una explicación – Tengo un recado para ti. Lo encontré por casualidad en el recorrido del tiempo… Alguien dice que para cuando vuelves a saltártelas.
Cristine agachó la cabeza avergonzada, quizás más porque la habían descubierto que por lo que había hecho y Madeleine la miró boquiabierta. No podía creer que ella también hubiera pasado de todo. Angeline sonrió.